Por segunda
vez me enfrento a otra primera vez. Mi primera crónica en condiciones. No soy
muy asidua a abrirme a los demás, pero ahí voy.
En primer
lugar, remontarme a mis orígenes. Esta aventura comenzó para mi, al conocer a
mi Marquitos (mi míster o personal-trainer, el que me aguanta en mis días
buenos y en los malos, y creedme que en mi actual etapa de opositora predominan
más los malos que los buenos).
En ese tiempo
(ya hace 2 años y medio), yo era más bien un animalillo de gimnasio. No
perdonaba mis dos horas de gym al día, (1 en época de exámenes). Se podía decir
que estaba un poco obsesionada, pero bueno.
Si es cierto
que en ese entonces ya corría, pero solo los domingos y festivos, que era
cuando me cerraban el gym. Me vestía con mi indumentaria (chándal Adidas,
camiseta normalita y zapatillas sin amortiguación), en palabras de mi novio: la
típica dominguera. Jajaja así era.
Mucho ha
llovido desde entonces. Ya no soy dominguera, hasta tengo mi propio gps. Pero
nunca había pasado de correr 10 kilómetros. Alguna vez 12, pero hasta ahí. Si
bien es cierto, alguna vez bromeé por facebook con otra amiga sobre hacer una
media (pero juro que lo hice sin pensar que sería capaz ni de intentarlo)
Fue en el
momento en el que se abrieron las inscripciones de la XIX media maratón de
Zaragoza. Me lo propuso mi chico, y cual kamikaze dije que sí. Comencé a buscar
en google plannings para correr una media. Pero en realidad no tenía tiempo
para cumplirlos a rajatabla. Mi vida de opositora me absorbe casi todo el tiempo
–y esto de correr es un hobby, y así debe seguir siendo-.
Así, que
decidí correr 2 días a la semana, lo que pudiese. Y Dios diría el día 8 de
mayo.
La semana
pre-carrera pasó muy rápido. Demasiado, diría yo. Y para que vamos a
engañarnos, cada día miraba Aemet, para ver las probabilidades de lluvia. Me
aterraba correr con lluvia. No había corrido nunca con lluvia. Alguna vez había
andado con las zapas de correr con el suelo mojado y notaba que resbalaban.
Y llegó el
día de la carrera. El madrugón no me sentó demasiado bien. Al sonar el despertador, y ver por la ventana el
día tan gris, estuve a punto de dar media vuelta, pero me dije venga va, aunque
sea voy, me hago una foto con el grupo y si no llueve me animo.
Fue llegar al
pabellón a dejar las cosas y empezó a llover. Se cumplían así las predicciones,
para mi mala suerte. Para una vez que me meto en esto, me llueve.
Nos
resguardamos en una marquesina y cuando estuvimos todos, nos hicimos la foto de
rigor. Y corriendo, corriendo a volver a la marquesina. Que, no sé muy bien por
qué, si nos íbamos a chipiar completamente.
En los
momentos previos al pistoletazo de salida, las dudas sobre si correr o no,
inundaban mi mente. No tenía muchas ganas, pero contagiada por el ánimo de todo
el grupo, por el alboroto, me situé (en contra de mi voluntad) delante de la
liebre de 1.50. Yo quería en la de 1.55 o en la de 2. Pero bueno, allí que nos
pusimos.
Mi objetivo
era únicamente acabarla, y me parecía mucho tomate seguir a la liebre. Me veía como en la 10k del roscón, sufriendo
por no perder a una liebre que era imposible, dada mi preparación física
seguir.
Tras la
salida, me vi genial. Pensaba que me agobiaría mucho estar entre tanto
corredor. Me suelo agobiar, pero en esta no fue así. Así fueron pasando los
primeros kilómetros: 5.05, 5.07, 5,12, 5.09, 5.01…
Pasamos por
el último puente (creo que se llama de la Unión o algo así, me perdonaréis pero
soy foránea y me lío con los nombres aún) y Ana Urrea nos inmortalizó en esta
foto.
Gracias Ana
Urrea por la foto!
No es que
pusiera buena cara solo para las fotos, es que no me podía quitar la sonrisa de
la cara. Y ello, a pesar de que hubo momentos en los que parecía que me corría
un río por la cara. Era una mezcla de sudor y agua de lluvia. Notaba los pies
helados, mojados. Eso fue sin duda lo peor de todo. Una sensación nueva para
mí, como todo lo que estaba viviendo.
La bajada por
Calle Alfonso, fue súper motivante. Hasta me pareció muy gracioso el comentario
del speaker, que nos advertía que a pesar de que estuviésemos completamente
mojados, no olvidásemos beber agua.
Gracias
Patricia por la foto!
Así
comenzábamos la segunda vuelta, que en contra de lo que pensaba a priori, se me
hizo más rápida que la primera. Fueron pasando los kilómetros, a poco más de 5
el km,… así hasta que en el kilómetro 14 pinché. Bajé hasta 5.41 de repente. Me
notaba muy lenta, demasiado.
Justo
coincidió con unos kilómetros en los que sufrí mucho. Estuve a punto incluso de
parar, y abandonar, pero me di una oportunidad.
Puñetero flato, déjame en paz pensaba yo. Déjame disfrutar.
Estaba claro
que no estaba preparada para ir a ese ritmo. Y Marcos, lo sabía. Así, me lo
dijo después: “Sabía que pincharías, pero me sorprendió que aguantases hasta el
km 14 a ese ritmo”. Yo también me sorprendí.
En ese
momento, fue cuando mi mente quería parar y andar un poco. Aprovechando que
Marcos se había adelantado un poco para forzarme a que corra más rápido, me
puse a andar. No había dado más que 3 pasos andando cuando se dio la vuelta, y
me vi obligada a volver a correr. Que poco me había durado la alegría. Parece
que tiene un radar!
Pasado el
malestar del flato, volví a recuperar un poco más de velocidad. Solo un poco
más, porque mis piernas ya estaban como para abandonarlas y cambiármelas por
otras.
A lo que me
di cuenta ya estábamos por paseo Echegaray. En ese momento fue cuando me acordé
de mi abuelo, en paz descanse. Y decidí
que la terminaría por él, que se la iba a dedicar.
Ello me dio
mucha fuerza, y los últimos kilómetros se pasaron volando. A lo que me dí
cuenta estaba cruzando por la meta, de la mano con mi chico.
¡No me lo
podía creer! ¡La había acabado! ¡Y lo había hecho en menos de 2 horas!
He de
reconocer que se lo debo todo a mi novio, que incluso corría lesionado por mí.
No me dejó ni un momento de decir que vas genial, venga ya no queda nada. Sin
ti, no lo habría hecho.
Ya en casa,
miré las clasificaciones por ver cómo había quedado. Aunque para mí poco
importaba eso. Aunque hubiese sido la última, nadie me habría quitado la
sonrisa de la cara, y aún hoy, 2 días después, se me pone la carne de gallina
kirika, al recordar cualquier momento de la carrera.
No estaba tan
mal. Había quedado la 150 de las mujeres, entre 626. Y la 70 de mi categoría. Y en 1.53.03
Gracias por
leerme y a todos los que estuvieron animándonos a pesar de la lluvia. Y
reconocer que tenían razón aquellos azulillos que me dijeron: la primera media
no se olvida nunca. Es cierto. Perdón si he sido extensa, pero quería soltar
todo lo que experimenté.
Enhorabuena!!miedo me da en la próxima en la que te puede liar Marquitos...jajaja
ResponderEliminarmuy buena crónica! enohrabuena por tu primera vez. Estas son las que no se olvidan. Y sobretodo, que no se te borre la sonrisa de la cara :-)
ResponderEliminar